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Teatro Realista y contemporaneo

El teatro realista.

El teatro realista, como su propio nombre indica, toma de la realidad los temas de sus obras. La injusticia social, la explotación del hombre, las condiciones de vida de la gente trabajadora, la miseria, la angustia, etc., se convierten en motivos centrales de estas nuevas composiciones. Los personajes son siempre víctimas de una sociedad que manifiesta su poder por medio de la burocracia, la superstición religiosa o el automatismo.

Frente al lenguaje pulcro y cuidado de la comedia oficial aparece el lenguaje barriobajero, directo, sin eufemismos; frente a la paz y final feliz de la comedia rosa encontramos la violencia y la frustración como constante, con la intención de dar testimonio de lo que la vida ofrece y denunciar y protestar ante las injusticias sociales.

  • La literatura realista se caracteriza por:
  • Mantener rasgos románticos.
  • Un sentimiento amoroso más sereno y menos exaltado.
  • La tendencia al individualismo social.
  • La presencia de una naturaleza viva y muy vinculada al ser humano.


Época que abarco

Con las tendencias del movimiento romántico mermadas, a mediados del siglo XIX se impuso en Europa una nueva orientación literaria: el Realismo. Es una corriente procedente de Francia que, hacia 1850, desarrolló gérmenes ya existentes en el Romanticismo, sobre todo el costumbrismo.

El término "realista" se empleó por primera vez en 1850, referido a la pintura, pero se amplió con posterioridad al resto de las artes.


Autores o dramaturgos destacados

En 1949, Buero es indultado y, ese mismo año, consigue estrenar una de las obras de teatro más importantes de nuestra literatura: Historia de una escalera. Narra la vida de tres generaciones de vecinos, de sus ilusiones y fracasos, como símbolo de la vida de todo el país. El primer acto transcurre en 1919, el segundo en 1929 y el tercero en 1949. El tiempo pasa, pero la pobreza y los problemas son siempre los mismos, de padres a hijos. Se trata de una obra de clara denuncia social. En su teatro encontramos largas y cuidadas acotaciones que aportan gran valor literario a la lectura de cualquiera de sus obras. En la ardiente oscuridad (1950) es la siguiente obra de este autor. Narra las limitaciones de un grupo de personas ciegas ante la realidad y la rebelión de algunos de ellos ante esa situación. El mismo tema trata años más tarde en El concierto de San Ovidio (1962). Además de estos dramas, Buero tiene algunas obras basadas en acontecimientos históricos, como Un soñador para un pueblo (1958), basada en Esquila che , ministro de Carlos III, Las Meninas (1962), sobre Velázquez, y El sueño de la razón (1970), sobre Francisco de Goya. El tema de la Guerra Civil aparece en El tragaluz (1967) y Misión al pueblo desierto (1999). Otras obras son La Fundación (1974), Caimán (1981) y Lázaro y el laberinto (1986). Antonio Buero Vallejo es uno de los autores más importantes de nuestro teatro, clave en la renovación del teatro de posguerra.

Alfonso Sastre (1926)

Enfrentado con Buero a causa de su distinta concepción del teatro, Sastre entiende que la finalidad fundamental del teatro debe ser la denuncia como elemento revolucionario más que estético, es decir, cree que los argumentos deben testimoniar lo que está pasando para intentar cambiar la sociedad. Esta teoría se basa en el marxismo literario, del que es partidario el autor. Evidentemente, Sastre tiene problemas con la censura, sobre todo a partir de la publicación de una de sus obras principales: Escuadra hacia la muerte (1953), que fue considerada como una especie de manifiesto de los jóvenes que habían sufrido las consecuencias de la Guerra Civil, aunque no habían participado en ella. Es una crítica feroz al militarismo y la guerra, y desde su estreno, el 18 de marzo de 1953 en el teatro María Guerrero de Madrid, fue un rotundo éxito. Tanto el público, formado mayoritariamente por universitarios, como la crítica quedaron entusiasmados. Tras la tercera representación, fue prohibida por la censura. Desde este momento, la obra 

comenzó a representarse de manera clandestina en universidades e institutos. Entre 1953 y 1960 estrena dramas que denuncian las injusticias y el poder tiránico: La mordaza (1954), Muerte en el barrio (1955), Guillermo Tell tiene los ojos tristes (1955), El cuervo (1957), El pan de todos (1957), La cornada (1960). Todas estas obras sufren grandes dificultades para poder ser estrenadas, a causa de la presión de la censura. Entre 1965 y 1972 estrena tragedias complejas, esto es, obras que mezclan diversos géneros, en las que se suprime el espacio entre el escenario y los espectadores, con proyecciones, carteles e intervención directa del espectador en la obra: La taberna fantástica (1966), Crónicas romanas (1968), y dos obras en las que denuncia cuestiones políticas, como la guerra de Vietnam: Ejercicios de terror (1970) y Las cintas magnéticas (1971). Además, cabe destacar Los últimos días de Emmanuel Kant (1990), obra en la que trata sobre la vejez del filósofo.

Otros autores encuadrados en el realismo social

Muchos fueron los dramaturgos que dedicaron gran parte de su obra a denunciar la opresiva situación que se vivía en la España de los años cincuenta y principios de los sesenta bajo el yugo del régimen de Franco. Tomaron como modelo obras de denuncia social anteriores que asentaron un precedente en nuestra literatura, como Juan José (1896), de Joaquín Dicenta. Así, Lauro Olmo (1922-1994) pasa a la historia de nuestro teatro con su obra La camisa (1961), en la que trata un tema tan actual como la emigración como solución a la miseria. Recordemos que durante los años cincuenta y sesenta un gran número de españoles se vieron obligados a emigrar, o bien a las zonas industriales de España, como Madrid, Barcelona y Bilbao, o bien a países centroeuropeos, como Suiza, Francia, Alemania y Bélgica. La camisa es una de las obras más representativas del teatro de testimonio y denuncia. José Martín Recuerda (1922) destaca por dos obras fundamentales: Las salvajes en Puente San Gil (1961), sobre la hipocresía en la España de la posguerra, ya que narra la llegada de una compañía de revista a un pueblo atrasado e intolerante, y las tensiones que allí se crean, y Las arre cogías en el beaterio de Santa María Egipcíaca (1970), basada en Mariana Pineda. Por su parte, José María Rodríguez Méndez (1925) denuncia la dura situación que viven los opositores a la función pública en Los inocentes de la Moncloa (1961).



Teatro contemporáneo

Al hablar de teatro contemporáneo nos referimos al teatro escrito durante la segunda mitad del siglo XX. La característica primordial del teatro contemporáneo es el eclecticismo (mezcla de tendencias). Este teatro está influido por una serie de tendencias que se manifiestan durante la primera mitad del siglo XX. El rasgo común de estas tendencias es el rechazo al realismo, por lo tanto, utilizará diversas técnicas para romper con la realidad. El teatro contemporáneo no pretende lograr la identificación del público sino la reflexión sobre los conflictos que se plantean.

Época que abarco

Al hablar de teatro contemporáneo nos referimos al teatro escrito durante la segunda mitad del siglo XX Y la primera mitad del siglo XX


Autores o dramaturgos destacados

Lucio Vicente Mansilla, Nataniel Aguirre, Tomás Carrasquilla, Alberto Blest Gana, Luis A. Martín, José López Portillo, Eduardo Acevedo Díaz, Clorinda Matto de Turner, Gustave Courbet, Honoré Daumier, Jean-François Millet, William Sidney Mounts, Antón Chéjov.


Obras:

El realismo es un momento importante para el desarrollo de la novela.

Son numerosísimos los autores realistas destacables. Se ofrece una selección representativa de algunos autores y algunas obras por países:



En Argentina: coexiste un importante grupo de escritores entre los que sobresale Lucio Vicente Mansilla; una de sus obras de intención política Una excursión a los Indios ranqueles impone una visión realista de los indios que no había sido frecuente en la literatura anterior.

En Bolivia: Nataniel Aguirre, con sus obra Juan de la Rosa, en la que un niño cuenta la lucha por la independencia de Cochabamba.

En Colombia: Tomás Carrasquilla tiene una gran cantidad de novelas sobre la defensa de la tradición y el campo frente al liberalismo de las ciudades. Entre ellas, Frutos de mi tierra y La Marquesa de Yolombó.

En Chile: Alberto Blest Gana, es un buen escritor realista con una primera etapa romántica. En Martín Rivas, tiene intención social de denuncia, y en Durante la Reconquista, trata temas históricos.

En Ecuador: Luis A. Martín, propone mejorar la cultura y la educación para remediar algunos males de su país. Su obra, A la costa.

En México: José López Portillo tiene una gran influencia de los escritores realistas españoles. En el prólogo de su obra La parcela expresa su voluntad de permanecer fiel a las normas de la rica habla castellana.

En Uruguay: Eduardo Acevedo Díaz, cultiva un realismo de planteamientos

Sociales en la obra Soledad, con un argumento basado en una simbólica historia de amor entre un uruguayo y su tierra, la pamba.

En Perú: Clorinda Matto de Turner, denuncia la situación social del indio mezclando romanticismo y realismo en Aves sin nido. La solución que propone es la aplicación del auténtico cristianismo.

Gustave Courbet obra Los picapedreros, 1850.

Honoré Daumier y Jean-François Millet han sido catalogados como realistas sociales.

La obra de William Sidney Mounts, muy alejada del estilo romántico de sus contemporáneos agrupados en la Escuela del río Hudson.

Obras de teatro y en los relatos cortos de Antón Chejov.

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