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La confesión de un antihéroe


Lo primero que quiero confesar y que todo el mundo sepa, es que yo, como antihéroe, no soy el malo de la película o de la historia, no soy quien le hace imposible la vida al héroe perfecto y sin conflictos. Yo con ese tipo trato de no meterme mucho, debido a que la estupidez y el maniqueísmo pueden ser contagiosos. En la vida y la existencia hay más que negro y blanco: está el gris, y yo me muevo en este despreciado y anónimo matiz.

El antihéroe, es decir yo, con el nombre que me quieran dar, soy solo el hombre con conflictos que ve el mundo no desde el centro sino desde un lugar cercano a la periferia. Mi dispositivo de acción, a diferencia del famoso héroe, no siempre es el correcto. Mi ética no es la adecuada, yo no me muevo bajo los convencionalismos del héroe, ya que no soy un ideal, soy una contraposición a éste, la muestra de una realidad, la realidad de la sociedad moderna, desolada, desencantada, sin dioses, sin ley y, lo peor, sin sentido.

Tengo representaciones en la literatura, el cine y el comic; en este ultimo si tengo que matar lo hago, si hay que robar lo hago, porque las posibilidades en una ciudad sin sueños son pocas. ¡Claro!, esto no justifica mis actitudes, pero a un simple mortal, nacido en el planeta tierra, no en Criptón o alguien que no fue mordido por una araña radioactiva, y que no es el magnate de las telecomunicaciones en un sitio llamado Ciudad Gótica, y además vive en un lugar donde todos son malos, hasta yo, las posibilidades se reducen.

Soy naturalmente egoísta, como la mayoría de la humanidad, así ésta lo niegue; actuó según mis reglas y lo que me conviene. En realidad son pocas las veces que me detengo a pensar en el otro, por la simple razón de que en mi universo estoy solo y nadie se preocupa por mí. No me interesa encajar ya que no hay dónde hacerlo, pero esto no me hace malo; creo más bien, que me hace más real (el adjetivo para juzgar la realidad se lo dejo a sus protagonistas), no puedo salvar al mundo, así que trato de salvar mi “alma” y, si existe la posibilidad de salvar otras, siempre la hay, lo hago a veces de forma consciente y otras, no.

Con el tiempo y la evolución de la escritura y la creación logré salir del canon de villano. El más famoso de mis congéneres, Don Quijote de la Mancha, me impuso el título de loco soñador. El que obviamente prefiero mil veces al de villano insensible, ya que aunque a veces la cago y la vuelvo a cagar peor, tengo sentimientos, me preocupo por los otros, no como lo hace el héroe, con una visión de superioridad y sujeto omnipotente que no sufre y es perfecto.

Yo trato de ayudar a la gente que puedo, con los medios que puedo y encuentro. Soy un mortal más; claro, con ciertas habilidades que me permiten ver el mundo y la realidad desde otro punto, lo que me hace posible gestionar un cambio o por lo menos visibilizar una problemática, yo no la puedo desaparecer como el héroe, porque me enfrento con algo que está más allá del bien y del mal: me enfrento con la naturaleza humana, que no siempre es “buena” (repito: el adjetivo calificativo está abierto a consideración).

Mi enemigo no es Lex Luthor ni el duende verde: el enemigo soy yo, mi mundo. Mi lucha es con mi realidad individual y compartida, yo lucho contra mis conflictos emociones y los conflictos sociales que se ven en la sociedad desde un lugar menos visitado: el callejón.

Sin el revuelo mediático a mi alrededor, soy el marginal que lucha por cambiar lo que puede, sin que mi condición me haga mejor o peor que mi “rival”, el héroe; poseo y desarrollo otras formas de lucha, cambio y sufrimiento, ya que mi amigo súper popular también sufre, pero no de la misma forma.

El héroe sufre, creo, por el hecho de que no encaja: sufre por ser diferente a los otros, y se martiriza con el hecho de tener que salvar el mayor número de vidas posibles, y algo que reconozco como un hecho conflictivo, enfrentar que en realidad no es omnipotente y debe elegir qué vidas salvar. Este pobre loco se comió el cuento de la superioridad y se jodió, se infligió su propia pena por tarado y confiado.

Yo, por otro lado, no me complico por el hecho de no encajar; es más, creo que me gusta y me da un sexapeal, que en la modernidad es atrayente porque está cargado de incógnitas, no me rayo la cabeza pensando cómo salvar a toda la humanidad, me parece suficiente con salvar las vidas que pueda y se lo merezcan.

Pero yo también sufro, porque, a diferencia del héroe, no entiendo al mundo ni a la sociedad, en realidad no entiendo ni mi propio ser, vago por la realidad sin un piso, puesto que alguien me lo quitó.

El recurso más famoso y valioso que tengo para explicar mí relación con el mundo, surge de todos los análisis que le han hecho a mi más viejo amigo Don Quijote, en particular la forma como Alicia Rosell explica la relación de mi loco compañero con el mundo: “Don Quijote está en constante conflicto con el mundo que le rodea, porque no encaja en él, está en contradicción con unos Tiempos Modernos que no se ajustan a su manera de interpretar y sentir la realidad”.

Yo, al igual que Don Quijote, mantengo una relación con el mundo completamente discordante y desgarradora, vivo y actúo solo para encontrarme, y encontrar el sentido de la vida, puesto que con la falta de un lugar en el mundo y de seres que me comprendan y sigan vivos, ya que todos los que me quieren, si hay alguien, están muertos o los asesinaron a sangre fría, me restan posibilidades de entablar una relación normal con la realidad.

Un ejemplo de esto podría ser Punisher: el pobre perdió a su familia y solo vive para vengarla, y mientras lo hace destruye a ciertos bandidos, como narcotraficantes y personajes por el estilo. Le quitaron el sentido de la vida y buscó otro, a Don Quijote se le acabó el sentido y lo cambió por uno un poco más soñador y transformador. Yo, por mi parte, nunca he compartido la realidad, ando en busca de un cambio y un nuevo sentido, y es por este camino con el cual puedo llegar a ser un héroe, solo si los lectores me lo permiten, pero en realidad prefiero mi matiz gris, mis momentos buenos y mis momentos malos.

Acepté y me sentí halagado de escribir mi confesión, en este espacio virtual, por la llana razón que hoy a muchos les interesa mi papel en la literatura y en todas las artes, ¡ja! Existen maestrías dedicadas a la complejidad, matices y paradojas de mi existencia en el mundo artístico. Pero también para mostrarme como lo que soy: un personaje más humano que algunos otros, sin llegar a ser un reflejo fehaciente de la naturaleza humana. Soy simplemente verosímil y en la realidad, la de ustedes, se necesitan héroes con sentimientos; podría sugerir que necesitan de una mezcla equivalente entre héroe y antihéroe, pero yo soy solo un personaje de ficción, sin nombre fijo y con muchas caras.

Por Luisa F. Moreno Beltrán

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